PROYECTO: JAVIER MIQUEL.
Una vivienda que se adapta a la pendiente natural del terreno para mirar al mar desde cada rincón. Con volúmenes que flotan, materiales nobles y vistas abiertas, esta casa en la Costa Brava es un ejercicio de contención, elegancia y conexión con el entorno.
FOTOGRAFÍAS: JORDI MIRALLES. TEXTOS: PAU MONFORT.
Ubicada en una parcela de pronunciada pendiente y geometría alargada, esta vivienda en la Costa Brava responde con precisión a tres condicionantes fundamentales: el terreno, las vistas y la normativa urbanística. El resultado es una casa escalonada, distribuida en tres niveles que se adaptan a la topografía y que maximiza la relación con el entorno natural.
En la parte superior, a nivel de calle, se sitúa la entrada principal, con un garaje cerrado, un aparcamiento exterior sobre la cubierta y el acceso vertical a las otras plantas mediante escalera y ascensor. Desde este punto comienza un recorrido descendente que, lejos de ser un simple tránsito funcional, se convierte en una experiencia espacial cuidadosamente coreografiada.
La planta inferior está dedicada a la vida social y familiar. Comedor, salón y cocina conviven en un espacio continuo que se abre plenamente hacia el paisaje. Grandes paneles de vidrio correderos conectan los ambientes interiores con los porches y terrazas exteriores, creando un juego de transparencias que diluye los límites entre dentro y fuera. Al este, la cocina se prolonga hacia una terraza protegida del viento; al oeste, el salón se funde con el porche y la zona de piscina y jacuzzi, definidos por materiales cálidos como la madera y la piedra natural. El interiorismo apuesta por una paleta de materiales coherente, donde la piedra seca, el hormigón, la madera de iroko y el vidrio estructuran una atmósfera elegante, serena y profundamente conectada con su entorno mediterráneo.
Una escalera ligera, de peldaños flotantes de madera y estructura metálica, conecta verticalmente los tres niveles, mientras que una escalera exterior serpentea entre muros de contención, ofreciendo un recorrido alternativo a través del jardín. El proyecto combina racionalidad estructural con una sensibilidad poética hacia el lugar, transformando las restricciones en oportunidades arquitectónicas.
Los baños de los dormitorios están concebidos como espacios funcionales y luminosos, con lavabos integrados en la habitación y zonas de ducha e inodoro separadas por puertas correderas, mientras que un lucernario lineal aporta luz natural al pasillo de acceso, matizada por rastreles de iroko.